El síndrome post pandemia

Las restricciones se flexibilizan y muchas personas podrían comenzar a recuperar sus rutinas, pero algunas se resisten y prefieren refugiarse en sus casas. La virtualidad abre paso a la presencialidad y ello implica una “readaptación que tendrá algún costo”, según los especialistas.

La habituación al teletrabajo, al colegio por Zoom, a los vínculos de amistad y de amor virtuales; se solapa con el miedo, la confusión y la fobia que, para algunas personas, representa el hecho de salir de la casa convertida en refugio. ¿Cómo será el retorno a las viejas rutinas? ¿Cuáles son los costos de readaptarse a una normalidad que no se ofrece completa –porque la pandemia no terminó– pero que ya empieza a asomar? ¿De qué manera se reconfiguran los vínculos? El proceso de mediatización de la vida cotidiana que llegó en marzo de 2020, comienza a revertirse para buena parte de la población. De a poco, lo presencial comienza a imponerse frente a lo virtual y las sensaciones que experimentan los individuos son variopintas.La psicóloga y psicoanalista Florencia González plantea que existe una gran dificultad de proyectar futuros. “Pienso que vamos a necesitar mucho tiempo para resignificar lo que pasó. Nadie sabe cuándo termina la pandemia, y esa incertidumbre está muy asociada con estados de intranquilidad, ansiedad, miedo, pánico, trastornos del sueño. Hay, fundamentalmente, dos miradas: están los que se sienten disconformes con volver al trabajo y a sus rutinas prepandemia porque le habían, finalmente, encontrado la vuelta a este presente de formato casa; y, por otra parte, están aquellos que estaban deseando con todas sus fuerzas escaparse de sus casas”, observa la docente de la Facultad de Psicología de la UBA.

-¿La gente debe prepararse para una nueva normalidad post-pandemia?

“Personalmente, me resulta muy difícil distinguir una nueva normalidad de una vieja normalidad. Si recorrés algún bar, vas a ver que las medidas de distanciamiento no se cumplen; si vas a un consultorio, la silla que debería dejarse para separar a las personas está ocupada; si vas a un espacio público cerrado ves que la ventilación se respeta poco. En definitiva, más allá de que el Estado recomiende modos de comportamiento, el cuidado queda a cuenta del cuidado subjetivo, personal, de cada uno. De lo que se trata, en definitiva, es de ver cómo nos reacomodamos, cómo nos readaptamos”.

Hay algunas personas que no quieren saber nada con volver a la vida habitual, que tenían antes de la pandemia. Además de los que no quieren, están los que tampoco creen que se pueda volver a la rutina tal y como la conocían”, dice Yago Franco, presidente del Colegio de Psicoanalistas. Y continúa: “Para saber hacia dónde vamos es fundamental ver de dónde venimos. Y la realidad es que venimos de un mundo cuyos modos de vida se frenaron de manera abrupta y los vínculos entre las personas se protocolizaron. Nuestras relaciones son con barbijo, nos saludamos con puño, arreglamos para juntarnos al aire libre o en espacios cerrados con ventilación, todo está reglamentado”.

Además de los miedos, se suma lo confortable que significa haberse amoldado a nuevas realidades. Para Franco, de forma subyacente a esa comodidad, hay algo más. “La comodidad es lo que aparece en la superficie, pero en verdad lo que hay debajo es la tranquilidad que significa para las personas quedarse adentro de sus casas. Los hogares funcionan muchas veces como refugio”. Tras esta definición, comparte una experiencia personal: “Hace unos días hubo un problema de cañerías en mi edificio y quienes vinieron a arreglarlo explicaron que cada vez con mayor frecuencia aparecen esos problemas porque la gente pasa muchísimo más tiempo que antes adentro de sus casas”. Es comprensible: en esta etapa de la pandemia, aunque esté permitido salir más con los cuidados del caso, muchos prefieren resguardarse.

¿Cómo será ese retorno?

El ensayista, docente y escritor Alejandro Kaufman reflexiona y plantea que ese interrogante solo se puede responder a partir de la imaginación.

-Un método que seguí durante toda la pandemia fue evitar el vaticinio y la prescripción, es decir, el consejo. Como si alguien supiera algo que los demás no saben, porque si hay algo que el coronavirus puso en cuestión fue el conocimiento establecido. Nos obligó, quizás como nunca, a vivir el día a día, a ir paso a paso y enfrentar las situaciones tal como se presentaban. Muy de inmediato se empezó a hablar de pospandemia cuando la cosa recién empezaba. No tengo idea lo qué va a pasar y cómo será la readaptación, pero sí que hay dos problemas principales

Y luego sigue con su razonamiento, al detallar el par de conflictos que habrá que resolver si el objetivo es “recuperar algo de lo que teníamos y se perdió”. “Por un lado, no podemos saber cómo será la salida de todo esto. La vacunación a nivel mundial es un proceso muy lento: en Argentina parece que solo nos preocupa nuestro país, como si no existiera el resto del mundo y como si la pandemia no fuera un fenómeno global. El mundo está interconectado, mientras no se inmunice de una manera más democrática esto no se terminará. Aún no sabemos qué tipo de relación queremos establecer con este virus, hasta ahora no es la de eliminarlo sino frenar su presencia”, observa Kaufman.

Y, por otra parte, la sociedad se debe el duelo por el fallecimiento de 107 mil personas. La muerte significa, en algunos casos, una ruptura familiar, en otros el desamparo de personas que quedaron huérfanas, viudas o solas, o bien, en otros simboliza el fin de un vínculo amoroso o de amistad. “Lazos que son irrecuperables y que requieren de un trabajo lo antes posible. Hay un enorme dolor social y un daño moral generalizado, un incremento de la desigualdad. Quienes tienen responsabilidad de gobierno deben desarrollar buen tacto frente a una situación calamitosa”, completa el profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Quilmes.

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